No estás solo

No estás solo, creeme, realmente no lo estás. Así me decía, mentalmente al ver los ojos de mi angelito. Hay etapas que debemos superar.

Ciclos que deben ser vividos,  destacados. Vistos de frente, a los ojos.  Llorados. Dolorosos, intensos, punzantes y penetrantes, pero que en definitiva no pueden tener la fuerza para quitarte los sueños o borrarte las ganas. Porque categóricamente la vida continúa.

El 23 de abril de 2015, fue la fecha de última publicación activa de este blog, de mis redes sociales y hasta de los grupos de Linkedin a los que pertenecía.

Allí, era una de los miembros destacados y principales por mi participación activa. Justo tres días después de esa fecha, ocurrió una situación inimaginable para mí, la misma que me llevó a silenciar mi mente y creatividad. Mi enfoque se concentró en proteger a la persona que amo y en protegerme.

Mi vida cambió. La vida de mi niña se volvió completamente dependiente de mí. Lo más absurdo fue entender que la persona a la cual le confié todo, era la misma que en ese momento usaba. Y sigue usando todo lo que tiene a su alcance para hacerme daño. Para hacerle daño a la criatura más inocente y pura que tengo en mi existencia.

Hoy, después de todo lo vivido durante los últimos ocho meses, donde he tenido que luchar  fuertemente para mantenerme en todos los aspectos de mi situación personal.

Puedo decir: Gracias a la luz de mis ojos, a ese angelito hermoso que ilumina mis días, mi vida y a quien miro con orgullo. Me da fuerzas, energía y ganas de volver para hacer realidad mis sueños.

Gracias mi niña. Gracias por ser tan valiente y regalarme tu risa, para que yo pueda volver a comenzar.

Estoy convencida ahora más que nunca, que sólo un motivo, una decisión, un ser querido. Una idea o una disposición pueden ser capaces de dar marcha. Y  darte el valor para comenzar, volver a andar el camino que dejaste atrás.

En ese camino, un día me quedé paralizada.

En una piedra al lado del mismo me senté y lloré, mi traje de guerrero y mi espada me pesaban tanto que no podía moverme. Vi el horizonte y no había más que nubes negras. Una tormenta de fuertes vientos, rayos que destruyen todo a su paso.

Hasta que la lluvia me alcanzó. Era agua helada, la oscuridad de la noche vino tan pronto, parecía que no había escapatoria de ese abismo negro y horrible en que se había convertido mi vida.

Los hechos, los sucesos y todo lo que viví en este tiempo fue realmente negativo. Con algunos destellos de luz, iluminados por los rayos de aquella tormenta espesa.

La maldad se acercó burlona y sonriente, se sentía con el derecho que le daba la satisfacción de verme en mi peor momento. Creía sin duda alguna que podía decirme cualquier cosa.

No me lo dijo a viva voz, tenía miedo de despertar a esa guerrera valiente que habita en mí.

La maldad susurró a la guerrera: “tú no puedes soportar la tormenta”. Y la guerrera devolvió el susurro: “YO SOY LA TORMENTA”.

Con esta pequeña alusión, quiero simbolizar lo que fue mi vida hasta el año pasado, con sus subidas y bajadas, y muy bajadas ¡eh!

No ha sido nada fácil, fue muy difícil, no quiero entrar en detalles por el momento, pues muchas cosas quedan por pasar. Sólo quiero decirles,  todo, absolutamente todo, pasa. Se queda en tu vida si tú dejas que así  sea.

Todos hemos vivido situaciones terribles en nuestras vidas. Hemos tenido que caer para levantarnos.

Sufrimos, hemos llorado desconsoladamente, preguntándonos una y mil veces.

¿Por qué? O en su defecto la más terrible de todas las preguntas ¿Por qué a mí?

No importa la situación que sea que estás pasando, no te sientas solo, seguro que hay mucha gente tratando de ayudarte. Para que avances y salgas de allí, por favor, vuelve a tu camino.

Amigos, familiares, organismos, conocidos, trabajadores de tu caso, todos ellos conforma tu ejército, el que te ayudará en las batallas.

No estás solo, un día vas a cerrar el ciclo, vas a pasar página, vas a superar esa etapa y repite para ti, cada vez que puedas: “Yo soy la tormenta”.

¡Hazlo!